|
EDITORIAL DE GENTE
Ante toda esta turbulencia política, cada vez más agravada, como medio de comunicación
teníamos que dejar bien en claro nuestro punto de vista, sobre todo, porque a la prensa
se la ha inmiscuido de mala manera. El día sábado pensábamos escribir nuestro
editorial, pero nos dimos con la sorpresa de que, en el diario Correo, Juan Carlos Tafur
había planteado una posición muy similar a la que concebimos. Por eso decidimos aunarnos
a sus conceptos, y hacer nuestro su editorial, con lo que corroboramos, además, que no
somos los únicos en opinar así.
Contra la censura
Eesulta increíble apreciar cómo una parte de la clase política que hace poco demandaba
la apertura de la prensa y celebraba, por ende, el final del régimen anterior como factor
de dominio de la misma, hoy se indigne y reaccione virulentamente contra esa prensa
libérrima que pedía existiera.
De un tiempo a esta parte, cada vez que un medio de comunicación o un periodista a
título individual publica alguna nota que irrita a algún personaje poderoso, sus
allegados o el aludido se dedican a cuestionar las motivaciones del medio, la idoneidad
del periodista, la oportunidad de la denuncia, etc, etc. En el peor de los casos, insinúa
o denuncia presuntos actos delictivos cometidos por el medio de prensa.
La prensa, sin distingo, no puede dejar pasar por alto esta suerte de mojigatería o
cucufatería, si no franco afán censor, que se pretende imponer. Los únicos límites que
la prensa puede tener son los contemplados en los códigos civil y penal y los que ella
buenamente se imponga por razones editoriales. Un periodista no puede mentir, no puede
difamar ni calumniar. Punto y se acabó. Los medios de comunicación no son entidades de
servicio público que, por ende, deban sumarse a una suerte de moral local colectiva.
Los hechos recientes demuestran que no ha arraigado en nuestro país una cultura favorable
a la prensa libre. Los políticos la toleran, especialmente cuando es afín a sus
intereses, pero apenas se produce un destape o una denuncia fuerte que los afecta, en
lugar de proceder a responderla o aclararla, como corresponde, se dedican a emitir
opiniones que de ser validadas constituirían un serio peligro para el ejercicio del
periodismo libre.
Lo que ya es más grave es que esta cultura represiva proveniente del establishment
político se traslade a la propia prensa y que un sector de la misma pretenda imponer
censuras o cauciones morales contra aquellos medios que no comulgan con las posturas
mayoritarias, hecho que también se aprecia de modo creciente (algunos periodistas alistan
ya sus maletas para sumarse al coro oficialista de turno).
La prensa fue una de las instituciones más dañadas por el autoritarismo de la década
anterior y mal haría en tolerar tics controlistas en esta etapa de transición hacia una
democracia estable y transparente.
|
|
|