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Artículos
Marco Antonio y Magaly
AMOR SIN BARRERAS
Para Marco Antonio Arrunátegui, candidato
presidencial por Proyecto País, "el amor puede romper las barreras establecidas por
nuestra sociedad, pues se va contra cualquier convencionalismo". Tras perder a su
primera esposa en un fatal accidente del destino, hoy ha vuelto a sonreir con la sonrisa
de Magaly, su bella y joven segunda esposa.
¿Cómo se conocieron?
Magaly: Mi mamá siempre iba a la capacitación de Proyecto País y un día me dijo que la
acompañe. Al principio no me entusiasmó mucho la idea, pero cuando conocí el partido,
el grupo humano, lo que hacía la gente, la forma como trabajaba, hablaba y pensaba Marco
Antonio, terminé enamorándome de él.
Marco Antonio: Ella empezó a trabajar conmigo, comenzamos a salir y nos conocimos más.
Luego, la relación fue más estable y al año de conocernos nos casamos. Eso fue en
noviembre del año pasado. Ahora tenemos un hermoso bebé, Gian Carlos.
¿Ustedes han tenido inconvenientes por la diferencia de edad?
Magaly: Al principio mi padre se opuso, sin embargo, cuando lo conoció dejó de oponerse
a nuestro amor.
Marco Antonio: La gente a veces en la calle nos mira mal, ¿qué pensarán? Al final, lo
más importante es que nosotros nos amamos.
¿Su hijo no se opuso a esta
relación?
No, porque él sabe lo que me ha costado volver a iniciar una relación luego del
accidente de su madre que le costó la vida.
¿Cómo fue su infancia?
Nosotros somos dos hermanos por parte de madre. Nacimos en Huancayo, pero cuando tenía
cuatro años nos vinimos a Lima con mi mamá quien es profesora para buscar
mejores oportunidades en la capital. Al llegar aquí, tuvimos que construir nuestra casa
con nuestras propias manos. Empleamos palos, esteras, cartón, barro, todo lo que
encontrábamos en la calle.
¿En dónde la construyeron?
En Barranco, en una especie de corralón. Mi madre daba clases en una escuela fiscal, pero
el sueldo no le alcanzaba. Para alimentarnos tenía que lavar ropa en Miraflores. Lo
hacía con mucho sacrificio en las casas de gente que tenía mucho dinero. Sus manos
llegaban a sangrar para poder mantenernos y financiar nuestros estudios.
Entonces, ¿los momentos más difíciles de su vida sucedieron en su infancia?
La verdad es que no me daba cuenta de lo que pasaba porque, como era niño, pensaba que
construir mi casa con mis pequeñas manos era normal. Es por eso que en el colegio me
preguntaban mis compañeros, "¿y tú cómo la construiste?". Les contaba cómo
había hecho la mía, cómo goteaba el techo, que la pared se quería caer porque no
estaba bien hecha, que el piso era de tierra y que a veces se hacía barro, que al
principio no tenía puerta y no podíamos salir todos, pues temíamos que nos roben
nuestras cuatro cosas. Mis amigos sólo me miraban. La verdad, nunca me hice problemas por
mi condición de pobre, ni mucho menos sentí algún complejo. Para mí, todo era una
aventura más de niño que quería sobrevivir en el mundo.
¿Qué parte de la casa fue más difícil de construir?
El techo. Primero pusimos unas cañas para que sirvan de sostén y no colocamos nada para
que no se filtre el barro, entonces salpicaba. Por lo tanto, tuvimos que sacar todo el
barro y poner unas bolsas de plástico, que no eran fácil de conseguir. Recuerda que
éramos muy pobres, pero lo logramos.
Mientras tanto, ¿dónde pernoctaban?
En la intemperie, pasábamos frío. Pero la esperanza de tener nuestra casa nos aliviaba.
El ver cómo se armaba nuestro hogar nos salvaba de toda angustia, dolor o enfermedad. Es
más, siento que el compromiso con mi país viene de ahí, de los años de mi infancia, de
mi maravillosa inocencia que me hicieron resistir todas las pruebas de sobrevivencia.
Usted ha tenido muchas carencias,
¿nos podría contar qué es tener hambre y no poder satisfacer esa necesidad?
Recuerdo que a mí me gustaba mucho el arroz con arverjita verde y le pedía a mi mamá
que me lo prepare, pero no le alcanzaba el dinero. Nosotros comíamos sólo una vez al
día. Te imaginarás que no sabía lo que era la leche o la carne. En las noches me dolía
mucho el estómago porque estaba vacío, pero tomaba agua para llenarme y me sentía más
tranquilo.
¿Cuánto tiempo se quedaron en la casa que construyeron?
Seis años hasta que la policía se dio cuenta de que ese terreno no tenía dueño y el
comisario nos sacó de ahí para hacer la comisaría que hasta ahora funciona en donde
construímos nuestra casita.
¿Adónde se fueron a vivir?
Cerca de una acequia, por Malambito, en Surco. Mi abuela tenía un pequeño cuarto en un
callejón y nos fuimos a vivir con ella. Era un barrio de maleantes, al principio me
fastidiaban mucho, pero al final se hicieron mis amigos, me respetaban porque estudiaba en
la universidad.
¿A qué edad empezó a trabajar?
Cuando estudiaba en el colegio José María Eguren. Había una acequia que terminaba en un
especie de lago y ahí vi unas plantas acuáticas que tenían una flor morada bien bonita.
Un día fui con una canasta, las recogí, las lavé y con unos amigos las vendimos puerta
a puerta en Miraflores. Cuando se acabaron las flores, entonces me dediqué a la venta de
otros productos. Pero también daba clases de matemática, entre otras cosas. Luego, una
amiga me consiguió un trabajo de inspector de espectáculo. Iba a los cines a ver si
habían menores de edad. Posteriormente, me dediqué de íntegro a "Hatari", un
periódico de un grupo de Sanmarquinos que, por la venta, nos dejaba algo de ingresos.
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